Cuando el “hate” se pasa de la raya

En esta edición del
#ObservatorioDigitalOmnicomPRGroup, Mario Villaescusa, Digital Client Executive
and Head of DE&I, analiza cómo el odio en redes sociales ha dejado de ser
la excepción para convertirse en rutina.
Eurovisión, el clásico Barça-Madrid y el Orgullo LGTBI disparan los discursos
de odio.
¿Estamos normalizando lo que debería alarmarnos?
Desde el año 2022, cada 18 de junio se celebra el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio. Una fecha poco conocida si al otro lado de la balanza sumamos los siguientes titulares:
· El 50,1% de las personas jóvenes han sufrido discursos de odio en el último año en redes sociales
· 2 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 29 años han tenido que bloquear perfiles en redes sociales por recibir insultos, mensajes de odio y ser víctimas de acoso.
En este contexto, la oficina del Parlamento Europeo en España y Fad Juventud han lanzado esta semana (a escasos días del 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTBI) “El Odio Marca”, una nueva campaña en redes sociales para visibilizar el impacto real de los discursos de odio en redes sociales.
Como GEN Z, y nativo digital que soy, me cuesta entender por qué a veces somos capaces de generar tanto “hate” en un entorno que tantos otros beneficios nos ha traído, y de los que también sacamos pecho a diario.
Nos comunicamos, cotilleamos, compramos, bailamos, aprendemos, exploramos… Las redes sociales están en todas partes y las usamos a diario incluso cuando compartimos memes en WhatsApp. Pero entre tanto filtro, sticker y emoji, también se cuela algo bastante más oscuro: el “hate” o discurso de odio en español, para que nos entendamos.
¿Qué es eso del “hate”?
No es solo que alguien no te caiga bien o te deje un comentario un tanto borde. Se trata de mensajes, en multitud de ocasiones, bajo un perfil falso o sin identidad reconocida, que atacan directamente a personas o colectivos por su raza, género, orientación sexual, religión, discapacidad o cualquier otra condición personal. De hecho, desde el 1 de enero de 2025, el sistema FARO (un sistema de monitorización que permite identificar y analizar en tiempo real los discursos de odio racista y xenófobo en redes sociales desarrollado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones) ha detectado 316.288 mensajes de odio en redes sociales en España, de los cuales 1.425 han sido reportados y más del 32% del total retirados de estas plataformas.
Solo en el mes de mayo, este observatorio detectó 64.316 mensajes de odio en redes sociales. ¿El motivo? Eurovisión y el último clásico de fútbol entre el FC Barcelona y el Real Madrid, dos eventos que dispararon los discursos de odio con mensajes antisemitas e islamófobos por la participación de Israel en el festival de música, e insultos dirigidos al jugador Lamine Yamal.
¿Y qué pasa cuando esto se normaliza?
Pues muy sencillo:
1. Se multiplica
El odio en redes es como el glitter: una vez se suelta, se pega a todo y es difícil de limpiar. Lo que empieza como un tuit racista o un vídeo burlón, puede convertirse en una oleada de insultos masivos o incluso amenazas reales hacia una persona o todo un colectivo.
2. La salud mental se resiente
Influencers o creadores de contenido, deportistas, adolescentes, personas con discapacidad… Nadie se libra. Ansiedad, miedo y aislamiento son solo algunas de las consecuencias para las víctimas. La pérdida de autoestima, así como el silenciamiento y la autocensura, son también consecuencias que afectan directamente a la salud mental de la gente.
3. Censura el contenido positivo y la libertad de expresión
Sí, el odio también silencia. Mucha gente deja de compartir lo que piensa o siente por miedo al backlash (es decir, la reacción negativa y hostil que se produce como respuesta a una publicación). Y eso mata lo que creo que es lo mejor de las redes: la creatividad, la diversidad y la libertad de expresarse; y el empobreciendo del discurso y debate público.
4. Lo virtual se vuelve real
Y es que, cuando el “hate” no se para, puede incluso saltar de la pantalla a la propia calle: agresiones, discriminación laboral o escolar, acoso. Todo empieza con una publicación que nadie denuncia.
Por ello, debemos reportar el contenido tóxico y apoyar públicamente a quien lo sufre. Ser conscientes de que compartir e interactuar con el odio le da más visibilidad. Y, ante todo, ser críticos, pero no crueles.
Lo que pasa, y con esto me despido, es que el “hate” no es parte del juego y lo hemos normalizado. El “hate” es un error en el software que hay que tratar de corregir.
Firmado por: Mario Villaescusa.
