Bienvenidos a la era de la ética digital
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Adolescencia, tierra de nadie. Ni niño, ni adulto. Época convulsa, confusa, de búsqueda de referentes, de crecimiento social… y social media. Mientras en tu familia eres un ser incomprendido, las redes sociales se pelean por ti, consumidor del futuro.
Cuidado con ejemplos y promesas de un éxito rápido y sin esfuerzo: con esa premisa raptó un feriante a Pinocho.
Como adolescente, eres casi inmune a las leyes. Tienes ganas de comerte el mundo (a veces, de meterte debajo de una piedra). Pero no tienes dinero, así que planeas y sueñas, móvil en mano. Casi siempre, el señor algoritmo acierta con lo que necesitas: Te cuenta chistes cuando estás triste, te ofrece consejo cuando lo necesitas, te tienta con un futuro brillante, convirtiendo tu presente en frustrante.
Eres inestable: A veces quieres ser diferente. Otras, simplemente ser como los demás. Para colmo, ahora eres consciente de que le cuestas dinero a tu ciudad. Los niños y adolescentes neoyorkinos ya saben la cifra: 100 millones de dólares al año en programas y servicios de salud mental. La metrópolis estadounidense ha sido la primera a nivel mundial en denunciar esta semana a las principales redes sociales por fomentar, entre otros factores, la inseguridad y con ello la depresión entre los más jóvenes. En palabras del alcalde Adams, este tipo de apps constituye “una amenaza de salud pública”. Una toxina, disfrazada de inocente ocio.
¿Están las redes sociales haciendo perder dinero a las instituciones en materia de salud mental? ¿O bien, es esta inversión en formación una necesidad inevitable del presente en el que vivimos?
Las redes sociales se defienden. Desde Snapchat, plataforma de gran calado en el país, indican que siempre tienen más trabajo por hacer, pero se reafirman en la utilidad de su herramienta para “conectar amigos entre sí, mientras se enfrentan a los muchos desafíos que presenta la adolescencia”.
Es una realidad: la red social es tu amigo cuando no tienes, pero cuando tienes, también. A veces, pasar tiempo con ella se escoge de manera prioritaria, por encima de un contacto social real. No es de extrañar, cuando casi siempre te dice lo que necesitas oír.
En casa, en una dimensión digital paralela, tu red es un lugar seguro, de confianza, que puede adormecerte. ¿Cuántas noches has navegado simplemente para que te entre sueño? Piénsalo.
“Ya de ya”
Otra cosa, por seguir metiéndome contigo: Quieres resultados inmediatos. Según datos de IAB*, en España el uso de redes sociales tiene su pico en individuos entre los 18 y 24 años, especialmente mujeres. Una de las tendencias principales es que quieren consumir más contenido en menos tiempo**. Si eso no es precursor de ansiedad, que venga el señor Lexatin y lo vea.
Por suerte, en redes no vale todo. Cada vez son más las exigencias gubernamentales para evitar impactar a públicos sensibles, dotando de responsabilidad tanto a plataformas como a creadores de contenido. Como muestra, el futuro Real Decreto que servirá como base para regular la actividad de influencers.
En el mundo digital no vale todo. ¿Vale en tu casa?
“Qué fácil es ser niño” Decimos con envidia, mientras delegamos la interacción con los peques, a la hora del aperitivo dominguero, a la fórmula “tablet + capítulo de Peppa Pig”, o sustituimos el sentarnos con ellos a hacer los deberes por ponerles videotutoriales de internet.
“Qué difícil es ser adolescente”. Decimos años después, criticando al chaval, que ya tiene dieciocho, porque dedica siete horas diarias al ocio digital***. Prácticamente, una jornada laboral o de cole, en la que inevitablemente absorbe conocimientos y genera aprendizajes, en soledad, de tú a tú con la pantalla.
Aprendizajes de la infancia y adolescencia copan el top del descrédito en la sociedad adulta.
Existen inseguridades aprendidas que calan en ti y que proyectas en los demás, nacidas de unos estándares imposibles de cumplir (físicos, sociales o económicos es mi top personal). Con esto en consideración, no es arriesgado asumir que, a ciertos niveles, nunca llegamos a abandonar del todo el patio del colegio, ya sea este físico o digital.
Qué importante es tener criterio, en cualquier etapa en la que te encuentres.
A nivel familia, no hay nada mejor para fomentarlo que impulsar el conocimiento y escuchar, agilizando los procesos que llevan a un adolescente a descubrir las herramientas necesarias para tomar una buena decisión.
A nivel estatal, quizá no sea una locura equiparar la formación en ética digital a la filosofía o incluso a la psicología.
A nivel marca, en la agencia de comunicación, se trabaja desde la autenticidad para proponer redes, creadores y contenidos acordes a los valores propios de una sociedad sana. Como profesional del sector, solo hay una cosa que enorgullezca más que trabajar con partners de confianza (si no, no son partners), alineados con esa visión: tener garantizado el apoyo interno para poder decir “no” a aquellos que no encajen con los valores de una comunicación honesta, capaz de generar un impacto positivo en la sociedad.
Fuentes:
*IAB Estudio de redes sociales 2024
**Estudio IAB Top Tendencias digitales 2024
***Estudio ‘Consumir, crear, jugar. Panorámica del ocio digital de la juventud’, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación FAD Juventud