El caso de Vinicius ha revolucionado al mundo entero. A raíz de la reciente polémica que tuvo lugar durante el Real Madrid-Valencia del pasado domingo, en el que el futbolista brasileño fue víctima de numerosos insultos racistas, no solo los medios deportivos españoles se han hecho eco del caso, sino que ha tenido una repercusión a nivel mundial.
Y es que, como defienden algunos, siempre ha sido costumbre que los campos de fútbol sirvan de espacio para desahogarse y gritar, pero yo me pregunto, ¿hasta qué punto? ¿a costa de quién?
Parece haber cierta impunidad en los campos y entre los aficionados ya que pocas veces se ha llegado a sancionar duramente o anular un partido por estos motivos. Pero el hate no está solo presente en los campos, y en este deporte en concreto, sino que también podemos encontrar muchos ejemplos en las redes sociales, donde parece que la impunidad es todavía mayor, y donde parece que no haya límites para ofender, criticar y menospreciar al prójimo.
Solemos trabajar con numerosos influencers que, siendo personajes públicos, están expuestos a constantes reproches, insultos, vejaciones, incluso amenazas, simplemente por su físico, por un corte de pelo, por llevar ropa ajustada o por su forma de actuar y ser. Lo hemos visto en el reciente caso de Rosalía, víctima de la difusión de contenido desnudo falso, que también es un tipo de violencia. En la denuncia interpuesta por Laura Escanes por recibir amenazas, y en muchos más casos mediáticos como Dulceida, que habla de ello en su documental estrenado a finales de 2022, María Pombo, Teresa López Cerdán, Dani Marrero y un largo etcétera.