Si usted es una persona ávida y curiosa, de esas que camina con los ojos abiertos por esta senda llena de estímulos que es la vida, seguro que ya está hasta el mismísimo gorro de encontrarse con fantasmas tanto en el mundo real como en el digital. Este mes en particular, un poco más que de costumbre.
Pues bien, sepa que engalanarse con la efeméride de turno es casi un deber, al menos si se dedica uno a vender algo (¿quién no?). Y es que se ha instaurado en la mente corporativa, como aburrida pero irrebatible rutina, una necesidad de encadenar celebraciones eternamente. Todo sea dicho, con una efectividad dudosa en lo que a traducción en resultados se refiere.
Si está leyendo estas líneas deduzco que, además de avidez y curiosidad, tiene usted conocimientos avanzados en el sector que nos ocupa. Estará pues de acuerdo conmigo en que, en el mundo real, la sostenibilidad forma parte de la agenda de cualquier marca que se precie. Dígame entonces, ¿hasta qué extremo se contradice esto con la celebración de una festividad cuya seña más característica es asfixiar un escaparate con artículos decorativos de plástico?
Lógicamente (aquí viene lo peor) el objetivo es atraer a dicho escaparate a un público que no es el suyo, pero que 9 de cada 10 veces es quien decide dónde compran sus progenitores y/o benefactores.
En cristiano: ¿Si compro un bollito en Pastelería Antonio, hasta qué punto estoy siendo cómplice de manipulación infantil? ¿Y del deterioro de la capa de ozono?
Alguno dirá que es el mío un punto de vista lúgubre y tremendamente catastrofista. No se lo discutiré, pues para eso estamos en Halloween.
Por su naturaleza etérea, estos y otros obstáculos morales inherentes a la celebración de “All Hallows Eve” (Noche de Todos Los Santos) son más fáciles de esquivar en el mundo digital. De hecho, las posibilidades de sumarse en redes sociales a la tendencia de moda son tantas como dudosamente enriquecedoras, ya sea para la marca o para el consumidor.
¿Una reciente? Valore libremente, pero sepa que ya puede tematizar su aplicación de mensajería habitual con un nuevo diseño especialmente ideado para la festividad que nos ocupa. Aplicándolo, conseguirá mimetizarse con una sociedad alienada durante al menos dos o tres días, hasta que el miércoles esté triste por sus familiares fallecidos (y contento porque es festivo), el jueves ya no lo pueda estar y el viernes, el barbudo y rollizo del norte que bebe refrescos, invada La Tierra.
Si por casualidad es usted un creativo al uso y le tachan de lanzar una acción de similares características, con un margen de explotación extremadamente escueto, siempre podrá amortizar el presupuesto aplicando otros nombres y apellidos. Continuando con el ejemplo: ¿Cómo reciclar un tema de chat en el que predominen los tonos de color? Llámelo tema “noche de gala”, “black velvet” (para el Día Internacional de la Tarta), tema del “Día de la Fotosensibilidad”, de los escritores subcontratados… La pregunta es: ¿estará dispuesto a hacerlo?
Si es usted profesional de la comunicación, aunque el cliente amenace con sacar el hacha (por seguir con la temática), defienda y ponga siempre en valor su papel como consultor, como estratega.
Si actúa usted como cliente, no se conforme con nada y busque un equipo cualificado.
Luchemos juntos. Cuando el miedo a innovar nos aceche, cuando la amenaza de ser un ente más en el limbo de las marcas que “no están mal” nos reconforte, cuando saltar al abismo de una slide de Power Point en blanco nos aterre, pensemos en afrontarlo siempre desde la coherencia, pero hagámoslo como nunca.