Un escudo honesto

Javier Arribas, Digital Expert y el “Johnny Depp” de OmnicomPRGroup reflexiona sobre el revuelo que está causando el juicio entre Johnny Depp y Amber Heard.

A falta únicamente de los alegatos de clausura, la demanda por difamación de Johnny Depp a Amber Heard, detonada por un artículo publicado en The Washington Post en el que su exmujer se declaraba víctima de violencia doméstica, llega a su fin.

Por poner en contexto en lo meramente judicial, la indemnización por 50 millones de dólares propuesta por el equipo demandante parece casi simbólica, considerando los daños a nivel moral, económico y artístico que las declaraciones de Heard acarrearon al actor. Citando lo más popular: su salida de franquicias como Piratas del Caribe o Animales Fantásticos. Por no hablar de proyectos nuevos que borraron de su agenda al artista, con rumores de maltratador en boca de todo Hollywood: “Un día eres Cenicienta y al otro eres Quasimodo” (J. Depp)

“He’s in the best selling show”

El proceso, celebrado y televisado desde Virginia (porque The Washington Post tiene su base en el Condado de Fairfax), se ha convertido en todo un circo mediático. El hecho de ser retransmitido ya es surrealista a la par que éticamente cuestionable. Según Court TV cuando anunció que iba a retransmitirlo, solo se perseguía dejar el menor margen posible a la interpretación de los hechos, algo que solo puede conseguirse ofreciéndolo al usuario de manera íntegra, sin cortes. En los descansos, los presentadores tanto de Court TV como de otros medios (FOX, Law and Crime…) nos incitan a debatir y a ser partícipes en directo a través de todas las redes sociales posibles. Todas menos una, en la que rara vez tienen presencia los medios y que se ha erigido como protagonista: Tik Tok.

Durante estas últimas semanas hemos visto desfilar por el estrado a gente seria (a veces) pero sobre todo a un esperpéntico elenco de personajes que ha propiciado una línea de contenido social ideal para el formato vídeo:

Un doctor, especializado en abuso de sustancias, que parece estar bajo el efecto de las mismas mientras testifica; Un portero de edificio que vapea y conduce en pleno interrogatorio o el desafortunado abogado de Heard, el Señor Rottenborn (Podrido / Nacido podrido en castellano), que protesta ante una pregunta que él mismo ha realizado, son solo algunos ejemplos de la munición con la que los usuarios de redes sociales de todo el mundo han contado para dar rienda suelta a su vena creativa.

¿Cómo no frivolizar, pese a la gravedad del asunto? El sentido del humor se acentúa ante lo incómodo, ya sea por una (a veces fastidiosa, a veces maravillosa) obligación mental de escapar, buscándole el lado amable a todo o, la otra cara de la moneda, simplemente por sumarnos a la corriente viral del momento, haciendo sangre de un objetivo común y socialmente aceptado.

Y sin poner la mano sobre La Biblia

Como dijo el Sombrerero: “Aquí estamos todos locos”. El ser humano es fascinante y raro a partes iguales. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? Bien, pues la propia juez Penney Azcarate nos saca de dudas con una frase que los cronistas han pasado aparentemente por alto. Más allá del veredicto oficial que se haga público, Azcarate, consciente de la magnitud del juicio, ha llegado a afirmar con ligera resignación y sarcasmo que el tribunal, en este caso, parece ser el mundo -“(…) the court, in this case, appears to be the world.” (25/03/2022)-

El clavo ardiendo es digital

Dentro o fuera de pista, pocos defensores hemos visto a favor de la versión de los hechos de Amber Heard. Sorprendió que su equipo basara gran parte de la defensa en temas de índole digital. Recurriendo a un experto en analítica web, se contrastaron los metadatos de las imágenes expuestas como prueba por ellos mismos, en un intento por demostrar la veracidad de marcas de violencia en la piel (que aparecen y desaparecen por arte de magia).

Se presentaron también gráficas con las que demostrar una correlación entre la aparición de noticias negativas sobre Heard en los medios con el incremento de uso en redes del hashtag  #JusticeForJohnnyDepp. Incluso se señaló directamente a un twittero como cabecilla de un movimiento de descrédito puesto en marcha de manera simultánea.

Vale más lo que haces que lo que dices

En vivo y en directo, así como en redes, la comunicación no verbal se lleva todos los focos. Si Amber parece el Instagram de 2010, pura imagen, Johnny desprende nostalgia analógica.

Ella llega a pie, casi solitaria, remarcando públicamente que no puede competir con las simpatías del demandante. Mientras no declara, mira a cámara. Cuando es su turno, casi siempre dirige su mirada al jurado (a veces compungida, a veces orgullosa) en lugar de a su interlocutor, ante un equipo al que le cuesta disimular en ocasiones su frustración.

Él, llega todos los días al juzgado en coche, escuchando reggae (más chill imposible), saluda hasta al apuntador y se sienta para pasarse horas dibujando ensimismado en su cuaderno. De vez en cuando, echa mano a un puñado de gominolas que comparte con su equipo y que, más que unas chuches, son otro símbolo cargado de inocencia. Un demandante atípico, pues a ojos de los demás parece más un chaval que no quiere estar ahí (pero le toca) y que en cuanto tiene oportunidad recurre al humor: un escudo honesto ante la adversidad.