Durante mucho tiempo, la realeza fue el mayor referente de estilo, comportamiento y elegancia. Marcaron el camino a seguir, y muchos soñaban con imitar su forma de vida. Lady Di, por ejemplo, convirtió en icónico hasta un chándal para ir a recoger a sus hijos al cole. Su influencia iba mucho más allá de las fronteras del Reino Unido.
Pero con la llegada de las redes sociales, el juego cambió. Instagram, TikTok y compañía han abierto la puerta a un nuevo tipo de influencia: más cercana, más accesible, más diversa. Hoy, cualquier persona con un móvil y una buena historia que contar puede convertirse en alguien influyente. Un get ready with me, hace que te fijes (y te fíes) hasta del último lip gloss, porque de alguna manera, sientes que conoces a la persona de la pantalla.
En este nuevo escenario, ya no basta con tener un apellido con historia para ser referente. Y curiosamente, algunas figuras de la realeza han sabido adaptarse muy bien a esta nueva realidad. Victoria Federica, por ejemplo, ha pasado de ocupar titulares por ser “hija de” a construir su propio espacio como influencer, desmarcándose poco a poco del protocolo clásico y apostando por una imagen más natural y cercana.
Este tipo de figuras ya no solo aparecen en la prensa institucional: también se cuelan en la prensa rosa y en las páginas de lifestyle. Como recoge este artículo de Mujerhoy sobre las royals que arrasan en Instagram, nombres como Sassa de Osma, Olympia de Grecia o la propia Victoria Federica ya se mueven como pez en el agua en redes, colaboran con marcas, y conectan con audiencias que buscan algo más fresco que la típica foto oficial.
La Casa Real, por su parte, lleva tiempo tomando nota. No es que hayan abierto sus cuentas ayer, pero cada vez es más habitual ver publicaciones en Instagram o vídeos que muestran el lado más humano de sus miembros. Ya no se trata solo de cortar cintas y asistir a recepciones: ahora también hay espacio para selfies, gestos espontáneos y momentos más relajados. Todo esto responde a una realidad clara: si quieren seguir conectando con las nuevas generaciones, necesitan estar donde ellas están.
Lo interesante de todo esto es cómo se ha invertido la lógica de la influencia. Antes, la admiración iba de abajo hacia arriba. Hoy, las figuras tradicionales observan, aprenden y adaptan las dinámicas que nacen en la calle (o mejor dicho, en la pantalla). La exclusividad ha dado paso a la autenticidad; el “intocable”, al “relatable”.
Entonces, ¿quién influye a quién? Parece que ya no hay una única respuesta. La realeza busca modernizarse, las influencers rozan la aristocracia, y todos comparten el mismo espacio digital. Un escenario nuevo donde el apellido importa, sí, pero no tanto como la capacidad de contar algo que conecte.
Bienvenidos a la era en la que todos —seas royal o no— podemos ser influyentes.
Firmado por: María Sanz.