Fijando los objetivos climáticos 2040: ¿ajuste técnico o agenda transformadora?
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La UE se está preparando para definir sus nuevas metas climáticas para 2040, en un intento de unificar el plan ya existente de la Comisión, Green Deal, bajo la presidencia de von der Leyen con el nuevo liderazgo que será elegido a mediados de 2024. Aquí pueden acceder todos los interesados a la consulta pública.
Este ejercicio 2040 puede llevar a algunos escenarios contrapuestos.
El escenario 1 implica un ejercicio implemente técnico de remodelación sobre cómo alcanzar el objetivo de reducción lineal de gases de efecto invernadero para 2040 – teniendo en cuenta los impactos causados por la pandemia y la guerra de Ucrania en el sistema energético. Este escenario puede conducir a un ajuste y refuerzo de la aplicación de los marcos legales existentes.
El escenario 2 comprende una ruptura política/regulatoria más drástica sobre los distintos paquetes climáticos y energéticos de la última década. Mientras que la primera implica un ejercicio de restricción, la segunda llevaría el debate a “aguas desconocidas” para la mayoría de los legisladores y profesionales.
En definitiva, estos escenarios son radicalmente diferentes en términos de objetivos, opciones legislativas, impacto en el mercado y esfuerzos de diplomacia climática y energética de la UE, que son más necesarios que nunca en un orden mundial multipolar y liberal deteriorado.
Escenario 1: revisión técnica y continuidad de la legislación
Este escenario no es “business as usual”, pero está relativamente relacionado con ello. Principalmente asumirá que en la década del 2030 no se desencadenará una ola de nuevas políticas y, por lo tanto, la economía debería aterrizar suavemente sobre una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de entre el 65-70% para 2040. Si bien se puede esperar una gran crítica por parte de organizaciones progresistas, formaciones políticas socialistas y verdes- y la propia Naciones Unidas- la existente estructura de políticas climáticas (energías renovables, el sistema de comercio de emisiones, la eficiencia energética y la eliminación gradual de los combustibles fósiles) no se renovará completamente, sino que se reforzará y complementará con otra serie de políticas.
En este escenario, todo el proceso de electrificación de la economía podría perder significativamente el ritmo en comparación con las expectativas actuales, y los sectores difíciles de descarbonizar contarán con más tiempo para innovar y descarbonizar hacia finales de la década de 2030. El renacimiento de la energía nuclear, la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS), contratos a largo plazo de GNL con la nueva UE y los acuerdos bilaterales, la aparición de algunas iniciativas regionales de captura y almacenamiento de carbono y un pequeño declive gradual en los suministros de gas natural, redefinirían la dinámica de un continente libre del gas ruso. De la misma manera, aunque el hidrógeno jugará un papel importante, no supondrá un gran cambio como se predice hoy en día. Uno de los desafíos en este escenario es que la Comisión Europea necesitará preparar una década (2040-2050) con legislaciones/regulaciones más agresivas, si la intención de alcanzar la neutralidad de emisiones netas para 2050 continúa. Sin duda, dicho escenario podría generar dudas sobre la influencia global europea y sus capacidades regulatorias en liderar políticas de cambio climático. Además, la carrera global por el uso de tecnología limpia implicará una redefinición masiva de qué sectores requerirán más apoyo para sobrevivir o, en consecuencia, desaparecer.
Escenario 2: ruptura legislativa, nuevo paradigma y el desafío de la agenda transformadora
Hoy en día, la idea de una agenda realmente transformadora para el clima parece ser la elección preferida por altos funcionarios de la Comisión Europea. Concebido como un cambio fundamental de paradigma político, en primer lugar la UE respaldaría el llamamiento del Secretario General de las Naciones Unidas de adelantar el objetivo de cero emisiones netas para 2040, prometiendo palancas regulatorias desde principios de 2030 hasta 2040. Eso representaría un cambio significativo en la trayectoria de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en la UE.
El nivel de radicalidad que tendrá esta agenda dependerá de lo bien que los Miembros del Estado hagan su función de implantar los objetivos principales comprendidos en el paquete Fit-for-55. Para alcanzar una reducción del 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 será necesario acelerar el proceso de descarbonización de la movilidad, la fabricación industrial y los sistemas de calefacción. Estos tres sectores necesitan descarbonizarse más rápidamente pero también conservar su competitividad en el mercado global para mantener el crecimiento del PIB europeo.
Además, este escenario implica 5 historias de éxito específicas:
- Infraestructura: Implementación masiva de infraestructura para vehículos eléctricos, electromovilidad (ligera y pesada) y descarbonización del transporte marítimo y aéreo a través de la producción nacional de combustibles sostenibles.
- Redes: Un nuevo modelo para incentivar inversiones extensivas en redes de alta y media tensión en todo el continente (para evitar la casi inevitable crisis de infraestructura) con el objetivo de integrar la mejor tecnología y conectar Europa con otras regiones vecinas.
- Hidrógeno: Una infraestructura verdaderamente Pan-europea de H2 que facilitará i) la distribución de hidrógeno verde y ii) la simplificación de normativas regulatorias en el mercado único con políticas claras para evitar la importación de “H2 de colores” de terceros países.
- Almacenamiento: Despliegue de almacenamiento de electricidad a gran escala utilizando las mejores tecnologías disponibles y con acceso a financiación en regiones vulnerables.
- Materias primas: Acceso a materias primas importantes y con una funcionalidad estratégica de terceros países en los próximos 20 años.
A la vista de lo anterior, ¿qué implicaría un cambio general en la política europea hacia una agenda más transformadora? A continuación, propongo una lista de elementos destacables que podrían cobrar fuerza en Bruselas y otras capitales antes de las elecciones de la UE. El objetivo aquí es arrojar luz sobre cómo esta puede surgir ruptura política y redefinir las áreas de política climática y energética.
En primer lugar, las subvenciones y los regímenes de impuestos climáticos serán más importantes que nunca. Las normativas de ayuda estatal seguirán desempeñando un papel sustancial (¿se ampliará o extenderá su alcance?) ya que el dinero público será fundamental para competir a nivel global. Por lo tanto, será necesario continuar subvencionando tecnologías innovadoras y transformadoras. La carrera tecnológica global ganará velocidad entre EE. UU., China y la UE durante toda la década de 2030. El régimen tributario de la UE dará lugar a desafíos contra la unanimidad o la revisión del Tratado de la UE para encontrar soluciones más allá de la ayuda estatal.
En segundo lugar, el paradigma de descarbonización de la UE podría cambiar de “suministrar más contribuciones descarbonizadas” a “destruir la insostenible demanda para la economía”. Esto podría conducir a la creación de planes y objetivos obligatorios para la optimización de la demanda (“destrucción”) de todo tipo de bienes y productos, incluyendo electricidad y combustibles. El debate cambiará la dinámica ya que las capacidades de producción, las tasas de reciclabilidad, la circularidad y las necesidades de demanda eléctrica estarán bajo escrutinio.
Tercero, la política y regulación del agua surgirá como una política fundamental que afectará en todos los aspectos de la economía. Los sistemas, la gestión, la escasez, la infraestructura, y la reutilización del agua se convertirán en un tema común en Bruselas y en las comunidades locales de toda Europa. Mientras la crisis está afectando a España antes de su propia Presidencia, la crisis del agua está a punto de comenzar con múltiples implicaciones para la economía sin exceptuar al sistema energético. Los sistemas energéticos en desarrollo (productores, desarrolladores, distribuidores y todo tipo de consumidores) deberán contribuir a la gestión del agua y, en última instancia, a las inversiones para adaptarse a la escasez y los problemas críticos que ello conlleva.
En cuarto lugar, varios tipos de políticas ganarán impulso, como las reformas de las tarifas eléctricas, con mayor interés en los espacios de pruebas regulatorias, precios de ubicación o nodales, la aplicación de un régimen obligatorio de eliminación de carbono que va más allá de las propuestas existentes sobre certificación y la reforma del ‘último baile’ del régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (EU ETS).
Por ejemplo, la reforma del EU ETS después de 2030 será muy diferente al sistema actual, con algunos sectores quedándose obsoletos por completo. Otros sectores pueden ser abordados más cuidadosamente desde una perspectiva social/distributiva, ya que la descarbonización puede resultar más costosa de lo esperado. Esta reforma abarcará una revisión simultánea del CBAM que puede ser fundamental para impulsar una agenda de mercado más verde de la UE o, por el contrario, quedarse como un instrumento de política comercial conflictivo en un panorama cambiante de cadenas de valor globales.
En conclusión, esta agenda transformadora implica ampliar los límites de la formulación de políticas y regulaciones climáticas en Europa. Ser ambicioso no significa necesariamente ser efectivo o ser líder en la materia del cambio climático, sino más bien explorar la posibilidad de cambiar la economía hacia nuestros objetivos para 2040 y 2050. Este es un ejercicio muy complejo que requiere un compromiso en la UE, a nivel nacional y, más que nunca, a nivel local.
El ciclo electoral europeo está a punto de comenzar. ¿Podrán los candidatos de la UE llevar consigo los objetivos para 2040 y desatar un verdadero debate político? Es difícil saberlo, pero se decidirá en la segunda mitad del año.