Entrevistas: Inseguridad alimentaria y alimentación sostenible

Más de 6 millones de personas en España (13,3%) sufren inseguridad alimentaria, un problema estructural que la crisis provocada por la COVID-19 ha agravado y puesto de relieve. Esta cifra equivaldría a que toda la población de la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares juntas vivan de alguna forma esta problemática.

Por este motivo, hemos entrevistado a Ana Moragues, investigadora en la Universidad de Barcelona, e investigadora principal del estudio Alimentando un futuro sostenible. Estudio sobre la inseguridad alimentaria en hogares españoles antes y durante la COVID-19, realizado con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso.

El informe, pionero en España sobre esta materia establece, sobre la base de una encuesta realizada a 1.350 hogares españoles siguiendo criterios de la FAO y Naciones Unidas, la estrecha relación que existe entre una alimentación sana y sostenible y la salud de las personas y del planeta.

Asimismo, una de las principales conclusiones de la investigación es que en nuestro país no se garantiza el derecho a la alimentación sana y sostenible de la ciudadanía y tampoco la posibilidad de alcanzar el Objetivo del Desarrollo Sostenible 2 (ODS2) que persigue poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.

Tras la pandemia y, ahora con la elevada inflación, cada vez se necesitan más salarios mínimos para cubrir las necesidades básicas. ¿Podrías explicarnos qué supone la pérdida de poder adquisitivo en los hogares?

La alimentación es un gasto esencial para poder sobrevivir. Todas las personas necesitamos comer. Sin embargo, es un gasto flexible en comparación con otros gastos fijos como la vivienda o los suministros y, por tanto, cuando los recursos escasean, los hogares tienden a sacrificar la calidad e incluso la cantidad de alimentos que ingieren, con graves consecuencias para su salud física y mental.

¿Cómo definirías la alimentación sostenible y qué esfuerzo económico supone para las familias?

La alimentación sostenible consiste en alimentar a toda la población de una forma que beneficie a las personas, al planeta y a los territorios. Para ello, es necesario producir, transformar, vender, comprar y consumir alimentos creando prosperidad, promoviendo la justicia social, cuidando, conservando y regenerando nuestros recursos y ecosistemas, así como salvaguardando la capacidad de las generaciones futuras de alimentarse también de forma sostenible.

El primer paso es garantizar el derecho a una alimentación sostenible y, por tanto, comienza por entender quién y por qué no puede acceder a alimentos suficientes y adecuados para llevar una vida saludable y digna.

¿Qué esfuerzo económico supone para las familias?

Los datos sobre los diferentes costes para alimentarse de forma sostenible son poco concluyentes. Por un lado, hay productos que pueden ser más caros de forma individual, pero también el pasar a un consumo de proximidad, temporada y mediante canales de comercialización cortos donde el valor se queda en la persona productora y consumidora puede reducir el coste de la cesta de la compra media.

No obstante, lo que claramente muestran las cifras es que las personas con menos recursos económicos y en situaciones de vulnerabilidad son las que más sufren inseguridad alimentaria y problemas asociados con la dieta, como obesidad y sobrepeso.

Por lo tanto, debemos abordar la dimensión económica individual de cada persona y hogar, pero también entender que hay otros elementos en juego, como, por ejemplo: qué tipo de oferta alimentaria hay en cada barrio; qué tipos de trabajos y vidas tenemos; y si nos permiten comprar, almacenar y cocinar alimentos frescos o simplemente comprar comida ultraprocesada para llevar o para comer en el autobús.

¿Qué pasos debería dar nuestro país para lograr conseguir un sistema alimentario más sostenible?

Como bien decís, es un sistema y, por tanto, es necesario abordar los problemas de forma coordinada, entendiendo las conexiones entre los diferentes elementos.

Por ejemplo, si soy una madre soltera en un trabajo precario y con una factura de la luz y el gas en aumento, no me será fácil disponer de tiempo para ir a comprar productos frescos, usar mis pocos recursos en cocinar e invertir el tiempo preciado que me queda con mi hijo/a en una pelea por comer pescado y brócoli.

Lo que sí podemos hacer es cambiar este entorno de forma colectiva, asegurando que en los colegios haya menús sostenibles, promoviendo trabajos dignos, entre otros lugares en la cadena alimentaria, etc. Cambiar el sistema alimentario es un reto colectivo que requiere de cambios estructurales económicos, políticos y ecológicos.

¿Cómo pueden colaborar las empresas de la industria alimentaria para contribuir a garantizar el derecho a una alimentación sostenible?

La industria alimentaria es muy diversa y existen muchas maneras de contribuir.  Desde ofrecer buenas condiciones laborales a todo el personal de la cadena hasta formular sus productos con ingredientes sanos, locales y respetuosos con el medio ambiente, por ejemplo, reduciendo la cantidad de azúcares y grasas de estos.

Las compañías deberían centrarse en productos saludables y sostenibles que ayudan a los hogares a alimentarse mejor.

¿Y las que no pertenecen a la industria alimentaria?

Más allá de la industria alimentaria hay muchas empresas que condicionan la alimentación de las personas. Como mencionaba anteriormente, están las condiciones laborales, pero también el entorno alimentario de esa empresa.  ¿Tenéis máquinas de vending? ¿Qué tipos de productos hay? ¿Hay opciones saludables o es sobre todo dulces y bebidas azucaradas? ¿Qué tipo de café se sirve? ¿Podría ser ecológico y de comercio justo? Quizás se hacen uso de caterings o restaurantes, y éstos pueden favorecer una alimentación sostenible.

La alimentación influye en nuestra salud, pero de forma más general en nuestro bienestar, siendo parte de nuestra experiencia social diaria. Por tanto, todas las personas y agentes económicos podemos implicarnos en esta transformación cultural, social y económica que requiere alimentarnos de forma que nos beneficie y asegure un planeta vivible para las generaciones futuras.

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