Obsolescencia programada, el principio del fin

Al año se generan de media 50 millones de toneladas de basura tecnológica en todo el mundo, una cifra que podría llegar a 120 millones de toneladas en 2050 si se mantienen los hábitos actuales de consumo. ¿Qué hacen las empresas en este contexto?

Según el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas (PNUMA), al año se generan de media 50 millones de toneladas de basura tecnológica en todo el mundo, una cifra que podría llegar a 120 millones de toneladas en 2050 si se mantienen los hábitos actuales de consumo. De hecho, cada año, los europeos producen más de 16 kilogramos de este tipo de desechos por persona. Casi la mitad de estos desperdicios son electrodomésticos estropeados, y la UE solo es capaz de reciclar el 40%.

Las cifras son contundentes y están generando una respuesta, que va desde la normativa europea, pasando por regulaciones específicas en diferentes países y hasta las iniciativas que parten de los propios consumidores, todo con el objetivo de prolongar la vida útil de los productos tecnológicos, facilitar su reparación, reducir los residuos y también su huella ambiental. Así que las empresas no pueden quedarse atrás, tanto por el cerco de la legislación europea y nacional como por el cambio que se está produciendo en la mente del consumidor.

En marzo 2021 entró en vigor en la Unión Europea y el Reino Unido el ‘Derecho a reparar’, una normativa que obliga a los fabricantes de productos de electrónica de consumo, desde secadores del pelo a televisores- a aumentar la garantía de los productos de 2 a 3 años y a garantizar que sus electrodomésticos puedan repararse durante al menos un periodo de diez años, 5 para el caso de las actualizaciones y repuestos de teléfonos móviles. En España, se ha hecho efectiva a partir del 1 enero de 2022 año, con la entrada en vigor de la actualización de la Ley General de Defensa de los Consumidores.

Otros países han ido un paso más allá, como Alemania, que ha propuesto ampliar la normativa europea para que los fabricantes de teléfonos, tabletas, ordenadores y demás ofrezcan actualizaciones de software y piezas originales a precios razonables durante al menos siete años. En Francia se ha implantado el “índice de reparabilidad” – que también anunció el ministro de Consumo en España-, una clasificación de los aparatos eléctricos y electrónicos que se otorga según cinco criterios objetivos y que permitirán a los consumidores decidir la compra también en función de si un producto puede o no repararse fácilmente.

Los consumidores también avanzan en este sentido. Desde las asociaciones se realizan campañas, como la de #largavidaaloquecompro que ya puso en marcha la OCU; las de otras organizaciones como #SeMerecenUn10 de Amigos de la Tierra que pretendía reducir el IVA de las reparaciones, los productos de segunda mano y el alquiler de objetos; y hasta el repair café, un movimiento que fomenta las reuniones entre vecinos, en las que algunos voluntarios habilidosos te ayudan a reparar tu tostadora mientras te tomas un café.

¿Qué hacen las empresas en este contexto?

En todo reto hay una oportunidad. Ya estamos acostumbrados a algunos nuevos términos como los dispositivos reacondicionados en telefonía móvil, un concepto que la startup francesa Back Market ha convertido en un próspero negocio. Otras empresas incorporan el ecodiseño a sus productos, como es el caso de Fairphone, que utiliza un diseño modular para que su hardware dure el mayor tiempo posible y pueda actualizarse mediante un nuevo software en lugar de hacer que los clientes compren un teléfono completamente nuevo.

En esa línea actúa también Framework, una compañía que pretende cambiar el modelo de esta industria, permitir que podamos abrir y reparar nuestros dispositivos y que cuenta incluso con una versión de portátil DIY.

Por su parte, Nokia presentó el año pasado, bajo el lema Love it, trust it, keep it, su gama de teléfonos dirigida a generar menos residuos y prolongar la vida de los dispositivos con medidas como suprimir el cargador o las actualizaciones de hasta tres años en modelos que posicionan como diseñados para el largo plazo. Además, con cada dispositivo, puedes saber el número de árboles plantados que ha generado tu compra. Cuantificar el beneficio siempre es un buen mensaje.

Aunque la obsolescencia programada no solo impacta en el medio ambiente por la basura que se genera, sino también por los recursos y la energía que se consumen para satisfacer la demanda de nuevos productos que sustituyan a los que se quedan anticuados antes de tiempo. Así que otras empresas se centran en productos con fabricación y residuos más sostenibles.

Beko, que ha sido incluida recientemente en el ránking Real Leader Top 200 Impact 2022, cuenta con una gama de electrodomésticos sostenibles fabricados con materiales reciclados, biocompuestos y tecnologías de autodosificación que reduce considerablemente su huella, lo mismo hace Philips con su set de desayuno Eco Conscious fabricado con plástico de base bilógica.

Y también están las empresas que se unen a otras compañías u organizaciones para impulsar iniciativas que puedan compensar su huella y mejorar el futuro, sobre todo plantando bosques, como Hewlett Packard Enterprise (HPE) o con iniciativas para proteger los océanos. Es el caso de Samsung, que se ha unido a la empresa de ropa estadounidense Patagonia para trabajar en una solución conjunta que permita acabar con los microplásticos que se desprenden de los textiles y la ropa, con el fin de cuidar el medio ambiente oceánico junto a la ONG Ocean Wise.

Con pequeñas o grandes iniciativas, directa o indirectamente las empresas de productos tecnológicos se ven obligadas a mejorar la producción, facilitar la reparación, y a fomentar la reutilización y el reciclaje como parte del inevitable camino hacia un modelo más circular, en su caso, además, lastradas muchas veces por la imagen del sector.

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