¿Peligra la Agenda 2030?

Si algo teníamos claro hasta ahora era la clara unanimidad de posiciones en torno a la Agenda 2030. En 2015, los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaban 17 Objetivos como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la cual se marcaba un plan para alcanzar los Objetivos en 15 años. Se establecía así una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental.

Atrás quedaban países como Arabia Saudí, Armenia, Benín, Birmania, Kazajistán, Corea del Norte, entre otros, que no suscribían ese acuerdo internacional. Parecía que el mundo entero (casi) hacía piña al querer abordar los grandes desafíos del planeta. Y para ello se proponían esos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para: combatir la pobreza, hambre cero, garantizar una vida sana, educación de calidad, igualdad de género, agua potable… un cuidado global con un consenso certero que, solo desde la unión de todos los países y sectores, parecía posible. Un acuerdo sin precedentes.

Pero hace unas semanas saltaba la noticia sobre cuatro grandes compañías financieras americanas, que sorprendían al mundo al anunciar su retiro de la alianza climática de Naciones Unidas. Algunas abandonaban el grupo Climate Action 100+ explicando en un comunicado oficial su decisión; mientras que otras consideraban que las iniciativas climáticas de la alianza habían ido demasiado lejos. ¿Y qué es demasiado lejos? Cierto que se está progresando en muchos países, pero las medidas dirigidas a lograr los Objetivos no terminan de evolucionar a la velocidad ni en la proporción necesaria. Y es que la andadura no está siendo fácil.

Climate Action 100+, un grupo de empresas impulsado por la ONU y lanzado en diciembre de 2017, era en un inicio un lobby integrado por 100 empresas a nivel mundial, que en 2019 había aumentado hasta 360 inversores y en 2022 ya contaba con más de 700 inversores. La noticia de bajada del tren de las cuatro grandes financieras generaba cierto shock.

Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, aprovechaba su intervención en un evento de ING el mes pasado para lanzar una crítica a esas grandes gestoras.

En esa línea declaraba a OmnicomPRGroup, María García, presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA): “No es una buena señal para los mercados y creo que es una decisión equivocada. No hay economía sin ecología. Es el momento de apostar por las inversiones en verde, porque lo contrario es el fracaso. La agenda 2030 es una buena oportunidad para los inversores que quieren garantizar viabilidad en el futuro y los que no estén, desaparecerán”.

Para Víctor Viñuales, director ejecutivo de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), la situación no cambiará tanto como se puede pensar, y los grandes protagonistas económicos seguirán la línea continuista seguida hasta ahora, más por convencimiento económico que por ideal ambiental, pero querrán proteger sus inversiones y seguirán apostando por políticas tendentes a descarbonizar: “No creo que BlackRock vaya a invertir en combustibles fósiles (ni en carbón, ni en petróleo…) ni irán por un camino diferente. Seguirán a favor de las energías renovables”.

BlackRock explicaba en su comunicado que a partir de ahora se involucrará de otra forma y dimensión con Acción por el Clima. Habrá que ver cómo evoluciona esta situación y qué efectos tiene este menor respaldo en cumplir los objetivos. En cualquier caso, el contexto actual es diferente al de hace unos años cuando todo parecía claro en el rumbo a seguir. 

Ya desde 2023 emerge un movimiento anti-ESG que involucra a personas y organizaciones… que no consideran importantes los factores ESG en la toma de decisiones. Incluso una parte de este movimiento defiende la implementación de una legislación que prohíba la aplicación de criterios ESG en las decisiones de inversión.

Quienes se oponen a los principios ESG argumentan que la obligación de sumarse a estos criterios podría frenar el crecimiento y la innovación empresarial. Esta polarización, in crescendo, tiene a Estados Unidos cada vez más dividida, con algunos estados solicitando informes a las compañías sobre sus iniciativas de sostenibilidad e impacto climático, mientras que otros anuncian leyes que dificultan la integración de criterios ESG en las decisiones de inversión.

Pero no solo EE.UU. Europa también comienza a vivir cierto resquebrajo social y económico. Compañías que usaban sus políticas sostenibles con cierto afán comercial comienzan a despegarse de este tipo de iniciativas para no producir impactos bruscos innecesarios. Algunos medios de comunicación y plataformas, como Time, The World Economic Forum o el diario Financial Times lo han etiquetado de ESG backflash. A estas vicisitudes se les suma la revolución en el campo contraria a las medidas de la UE que ha arrastrado a agricultores y ganaderos de varios países elevando el interrogante sobre la conveniencia, o más bien el fracaso de la Agenda 2030.

Hace unos días El Economista ponía foco a este asunto, abriendo el interrogante de si se había pinchado esa especie de burbuja que se había creado en torno a la inversión ESG. Una realidad del tsunami regulatorio de las finanzas sostenibles europeas resumidas por Alberto Andreu, profesor de la Universidad de Navarra: “En 2011, en el seno de la UE sólo había 11 iniciativas catalogadas de ESG. Diez años después, en 2021, llegamos a tener hasta 511″. ¿Asistimos a una fatiga por el exceso regulatorio que puede frenar el avance de los ODS?

Más allá del marco regulatorio, sí conviene recordar que la directiva europea lucha contra el greenwashing, algo muy necesario en nuestra sociedad, porque evidencia la necesidad de combatir el mal uso del impacto positivo ambiental solo desde el marketing y la frivolidad. Un miedo a ser tachado de greenwashing muy comentado en la jornada de Corresponsables la semana pasada, donde se mencionó el greenhushing, ese ecosilencio denominado por la RAE: empresas que prefieren no comunicar sus políticas medioambientales por diferentes motivos, entre ellos por ser acusado de greenwashing.

Sin duda nos encontramos en un momento de poner foco en el verdadero objetivo de estas políticas. Ahora prima más que nunca dejar ese debate y mensajes a los expertos.

Seguiremos pendientes de esta evolución en Minuto por la Sostenibilidad.

¿Quieres recibir las reflexiones de sostenibilidad semana a semana? ¡Inscríbete a nuestra newsletter clicando en la imagen!