Entrevista a Julia Álvarez: el punto de vista del profesional

Julia Álvarez, Jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Príncipe de Asturias. Presidenta de SENPE. Profesora asociada de Ciencias de la Salud en la Universidad de Alcalá de Henares, Miembro del Comité Gestor del Área de Nutrición de la SEEN (Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición). 

¿Cómo definirías la equidad en salud pensando en el sistema sanitario español?

Cuando uno piensa en equidad en salud piensa en conseguir que las personas puedan desarrollar su máximo potencial en salud independientemente de su posición social u otras circunstancias determinadas por factores sociales.

En mi opinión, la asignación de recursos debe considerar las necesidades del paciente y la sostenibilidad del sistema. Con una visión global, conseguir la equidad en salud depende de múltiples factores entre los que destacaría: factores administrativos como la interrelación entre la gestión del sistema nacional de salud y las gestiones locales autonómicas que permiten o no el acceso a las prestaciones que el ciudadano precisa; barreras del sistema; de la distribución de riqueza; barreras geográficas, estructurales de nuestro país; sin olvidar las barreras vinculadas a los profesionales sanitarios y los propios ciudadanos que, con su educación sanitaria y voluntad para mejorar su salud, se impliquen en la toma de decisiones sobre su salud.

Comparto la idea de algunos analistas de que en el SNS existen problemas de equidad en el acceso a las prestaciones, tanto desde una perspectiva socioeconómica como desde una perspectiva geográfica. También hay desigualdades injustas y evitables relacionadas con el género, con la etnia y con el país de procedencia.

Además, creo que, en nuestro sistema actual de gestión sanitaria, en el que las autonomías desarrollan sus singularidades, se ha quebrado en gran medida la equidad porque dependiendo de cuál es tu código postal tienes acceso a algunas prestaciones que otros ciudadanos no tienen. El Ministerio de Sanidad, en su cartera de prestaciones tiene previsto un mínimo común múltiplo, podríamos decir, y son las autonomías las que perfilan si lo mejoran. Esto que, a priori, podría considerarse como una buena iniciativa, contribuye a inequidad entre los ciudadanos. 

Para que se entienda mejor pondré un ejemplo con el que me enfrento día a día. Un paciente con Desnutrición Relacionada con la Enfermedad (DRE) en el contexto de un cáncer de colon avanzado en tratamiento activo dependiendo de donde viva puede o no tener acceso a nutrición enteral financiada ya que en la norma general (RD1030/2006) esta situación clínica no está contemplada, sí otras como cáncer de cabeza y cuello, esofágico, gástrico o pancreático. Algunas comunidades autónomas (Madrid y Navarra) han conseguido ampliar estos supuestos e incluir a todos los pacientes oncológicos en tratamiento activo con criterios de DRE. De tal manera, que si vives en una de estas dos comunidades podrías tener acceso a esta prestación, pero si vives en otra comunidad tu tratamiento nutricional no estará financiado.

Por tanto, las estructuras implicadas en la gestión del sistema sanitario español, Ministerio de Sanidad, Consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas, Consejo

Interterritorial, etc., deberían ser sensibles a este tipo de circunstancias que atentan contra la equidad y establecer mecanismos que eviten estas desigualdades, con las que nos enfrentamos los ciudadanos y los profesionales sanitarios en la realidad de nuestro día a día asistencial.

La satisfacción de los españoles con sus profesionales sanitarios es alta, pero aún tienen muchos retos. En este contexto ¿cómo se debería abordar la humanización de la atención médica?

Con tiempo. Me refiero no solo a que necesitamos tiempo para cambiar las cosas, sino al tiempo que dedicamos a atender a los pacientes. El tiempo es el bien más preciado que tenemos en nuestra vida personal y profesional. La presión asistencial y la falta de recursos personales hace que el tiempo que podemos dedicar a un paciente sea en general menor del que deberíamos, y si lo hacemos, si dedicamos el tiempo que el paciente necesita para que se sienta escuchado y bien atendido es siempre a costa de nuestra dedicación y nuestro tiempo personal que nos hace mantener prolongaciones de nuestras jornadas que nunca son compensadas, ni reconocidas. Esta circunstancia ha conseguido que también se instale entre muchos profesionales una sensación de “burn out” por no poder cambiar el sistema.

Necesitamos rebajar la presión asistencial para conseguir poder dedicar el tiempo de atención activa a cada paciente. La tecnología nos ha ayudado a tener mayor y mejor acceso a la información de cada paciente con la Historia Clínica Electrónica, pero a veces, la burocratización del sistema nos hace dedicar tiempo a la gestión de pruebas, solicitud de prestaciones, etc., que sustraen el tiempo de atención al paciente.

Los profesionales del mundo sanitario compartimos un comportamiento profesional con un comportamiento vocacional, lo que nos aproxima a gestos de humanización en la atención de los pacientes y necesitamos no olvidar esta parte.  La medicina tiene parte de arte de ciencia y de vocación vinculada a la humanización y esta última parte también depende de las cualidades de cada profesional. Forma parte de nuestro compromiso y responsabilidad. Mirar a los ojos, dar la mano, presentarnos, llamarle por su nombre y tratarle con el respeto que toda persona se merece, son gestos de humanidad que refuerzan el lazo interpersonal que abre las puertas a la confianza que el acto médico requiere.

Que el paciente se sienta cuidado es parte de la humanización y para ello necesitamos conseguir potenciar esas cualidades vinculadas a la humanización (empatía, cercanía, compresión, compasión, etc) junto al tiempo de escucha, de reflexión, de decisiones compartidas y espacios físicos que no tengan barreras arquitectónicas, estructurales o funcionales, como la pantalla de un ordenador, que en ocasiones ni siquiera nos permite mirar al paciente a la cara durante la consulta. Todas estas circunstancias contribuyen a que el paciente se pueda sentir escuchado y atendido. Las prisas son malas consejeras y pueden hacer entender al paciente que no se le trata con respeto porque no se le escucha, no se empático con su sufrimiento y no se le explican los problemas de salud o sus soluciones adecuadamente, contribuyendo así al sentimiento de deshumanización.

¿Cuáles podrían ser las estrategias de las administraciones/gestores para garantizar que todos los pacientes sean tratados acorde a sus necesidades y condiciones específicas en la atención médica?

Creo que las administraciones deberían redefinir las coberturas con criterios de equidad, ofreciendo la misma protección a los ciudadanos independientemente del código postal de donde residan.

Creo que se debería hacer un análisis riguroso de las necesidades de la ciudadanía, a la luz de la prevalencia de las enfermedades crónicas, así como del coste efectividad de los programas preventivos, prestaciones financiadas, etc., para implementar medidas ad hoc en el caso de la necesidad de aumentar los recursos humanos en el sistema y racionalizar el uso de los tratamientos, recursos educacionales etc.

Me parece fundamental compartir toda la información de estos análisis propuestos con los ciudadanos y los profesionales para que todos nos responsabilicemos del buen uso de los recursos.

Y es clave, acometer con rigor y objetividad el estudio sistemático de las desigualdades (de género, socioeconómicas, geográficas, etc.) en el acceso a la salud y la atención sanitaria desde una perspectiva integral e integradora. Esto incluye analizar los problemas de salud de colectivos concretos, los procesos concretos más prevalentes en la población, así como, de todas las iniciativas que se pongan en marcha para combatirlas. En mi opinión, somos muy dados ha proponer cambios, iniciativas favorables para el cambio que al cabo del tiempo se mantiene por inercia colectiva, pero que nadie ha evaluado su utilidad real o su coste efectividad y en estos momentos, en aras de la sostenibilidad del sistema, creo que esta evaluación sistematizada y programada desde el comienzo de cada proyecto es imprescindible.

¿Consideras que la industria farmacéutica puede jugar algún papel para conseguir una mayor equidad sobre todo en ciertos colectivos?

Sin duda, la industria debería colaborar en la sostenibilidad del sistema para conseguir la equidad. En mi opinión, la industria farmacéutica colabora con el sistema sanitario en tres áreas de interés. Por un lado, en el desarrollo de la innovación con la investigación en nuevas terapias. Por otro, contribuyendo a la formación de los profesionales sanitarios y dando apoyo en la investigación. Por último, en conseguir que los fármacos sean accesibles a todos los ciudadanos en el sistema. Sinceramente creo que este punto es el que tiene más inconvenientes para su correcto desarrollo siempre de forma constante.

Entiendo que el entendimiento y la colaboración entre el sector de la industria farmacéutica y los profesionales sanitarios y responsables políticos es clave para proporcionar una asistencia de calidad a la población.

¿A qué desafíos se enfrentan actualmente en relación con la promoción de la equidad en salud y la humanización en la sanidad?

Creo que habría que analizar las barreras que suponen un desafío para conseguir la promoción de la equidad y muy especialmente de la humanización en la sanidad.

En mi opinión las más relevantes son:

  • La tecnificación de los procesos, del abordaje de las patologías de los pacientes.
  • La desinformación en las redes sociales, o mejor dicho la sobreinformación, no rigurosa, que condiciona desinformación en el ciudadano.
  • La burocratización en la atención sanitaria.
  • La falta de tiempo que ya hemos comentado anteriormente.
  • La falta de compromiso y responsabilidad de los profesionales sanitarios, gestores y decisores políticos.

Creo que estos son algunos de los desafíos más relevantes con los que nos tenemos que enfrentar. Siendo estos desafíos claves, creo que no podemos olvidar que la propia sociedad tiene también responsabilidades en este tema. Luchar por esa equidad es responsabilidad de todos y parece que existe cierto grado de anestesia parcial para este tipo de demandas.

Por otro lado, demandar una atención más humanizada también exige al ciudadano ver con ojos de confianza la relación con su médico. No son pocas las ocasiones en las que el paciente se presenta en la consulta demando la atención que ha parecido aprender en la información dada por el “Dr. Google” poniendo en duda, desde una perspectiva de crispación y falta de confianza que tampoco ayuda a que rescatemos un acercamiento humano al doliente. En este punto me gustaría destacar que, en mi opinión, las sociedades científicas tenemos una responsabilidad corporativa de acercamiento de la información veraz y rigurosa a los ciudadanos, debemos ser los referentes en relación con los temas de los que somos expertos y ayudar así a la ciudadanía. Los profesionales que participamos en las sociedades científicas debemos abrir las organizaciones para compartir el conocimiento con la ciudadanía para un consumo responsable de los recursos sanitarios. Así, podremos contribuir también a la equidad y humanización del sistema desde la formación y la educación sanitaria.

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